Hoy en mi muro de Facebook aparece una noticia que me es familiar. En octubre de 2011 publiqué esta entrada en mi blog difunto que la comentaba. Hoy la recuerdo y la comparto.
Ayer me levanté con un comentario de Carlos Herrera en su programa Herrera en la Onda (añado que me encanta su saludo matinal “Señoras, señores me alegro, buenos días”, me pone las pilas para todo el día).
Os pongo en situación: en la Audiencia de Murcia, el Juez Del Olmo exculpa a un hombre de haber insultado a su mujer por llamarla zorra.
Se preguntaba el mejor, o sea Herrera, que pasaría si el Juez Del Olmo llegara a su despacho y saludase a su secretaria con un “so pedazo de zorra buenos días”. ¿Pensaría que la estaba insultando o alabando por su astucia? Os aseguro que si soy yo la secretaria le digo cuatro cosas bien dichas.
¿Qué pasaría si, en virtud de la libertad de expresión, yo le llamase al Sr. Juez ¡capullo!?
Pues utilizando sus mismos argumentos no debería pasar nada por que una de las definiciones del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española de la palabra capullo es “que está en sus comienzos y ya muestra lo que puede llegar a ser”, le informo también que algunos de los sinónimos de dicha palabra son: brote, pimpollo, retoño…y también cabrón. Pero no se enfade por que no le estoy insultando ya que cabrón significa “dicho de una persona, de animal o de una cosa: que hace malas pasadas o resulta molesto” (como su comentario en la sentencia) y curiosamente en Cuba se aplica a un hombre experimentado y astuto… ¡mira como la zorra!
Vamos a ser serios por favor. Cuando alguien le dice a una mujer que es una zorra no la está alabando por su astucia la está insultando y punto.
¿Cómo va a funcionar el sistema de protección ante los malos tratos, físicos o psíquicos, si personas formadas, con criterio y poder reducen las posibles situaciones de agresión a interpretaciones personales de los adjetivos utilizados? ¿No deberían ser valoradas las utilizaciones habituales de dichos adjetivos?
En este supuesto coloquial una zorra es una prostituta y un cabrón es un rufián que trafica con prostitutas o un hombre al que su mujer le es infiel y lo consiente.
Así que no le demos mas vueltas al asunto, no seamos mas papistas que el Papa y pongamos los pies en el suelo, bajen de sus pedestales Señores Jueces (porque esta sentencia “curiosa” no es la primera) y hagan las cosas con un poquito de sentido común. Luego apliquen el castigo en función del daño causado y valoren también agravantes o eximentes del caso, que aquí no entro.
El tema de los malos tratos hay que caminar de puntillas y con pies de plomo por que de todo hay.
Esta es mi reflexión…y no tiene porque gustarte.
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